Mi mascota llegó a mi vida en un momento difícil, y de los tres componentes de mi puzzle, él fue el primero en llegar a mí. Cuando llevaba 3 años conmigo, me vio conocer y enamorarme de mi marido, y cuando le quedaba poco para cumplir 6 años, llegó mi terremoto a nuestras vidas.
Mi hijo ha revolucionado nuestra existencia por completo, la primera, la de mi mascota. Él no estaba acostumbrado, ni de lejos a los niños, pero le recibió de maravilla desde el primer momento. No en vano, fue él quien me avisó de que algo estaba pasando en mi cuerpo, y fue gracias a él que me hice un test de embarazo y descubrí mi estado.
Cómo se relacionan las mascotas con los niños
Recuerdo su instinto de supervisión con mi hijo cuando apenas tenía días de vida, dormía bajo su cuna y siempre estaba pendiente por si lloraba y estábamos en otra parte de la casa para avisar. Cuando le ponías al bebé a su altura, se deshacía en cariños, y adoraba darle lengüetazos en los piececitos cuando los tenía al aire. A día de hoy, ha aprendido a reconocer los llantos de mi hijo, y reacciona muy diferente con cada uno. Cuando sabe que son por queja o golpe leve, no se inmuta, no ve peligro, pero es el primero en ponerse nervioso cuando el niño se da golpes de verdad, de esos con los que lloran a todo pulmón por dolor y rabia.
Mi mascota tiene conmigo una conexión especial, no en vano soy la primera persona que conoció cuando llegó a un nuevo hogar por primera vez. Mi olor, mi tacto, mi voz, han sido siempre su referencia. Ya me lo dijo la veterinaria hace años, para él soy su “madre humana”. Se deshace en juegos conmigo, pero basta que le dé un chasquido de dedos o que le llame con un tono de voz diferente para estar alerta y hacer lo que se le pide. Entiende todo lo que le digo y yo comprendo su lenguaje al 100%, es por eso que recurre a mi para todo lo que necesita, comer, hacer sus necesidades, jugar, revisión de pulgas, mimos si se siente mal…
Sin embargo con mi marido, aunque también se hace entender, es diferente. Se quieren a su manera, mi mascota le hace compañía cuando está cerca, pero hasta ahí. Si estamos los dos cerca, prefiere acudir a mi. Basta que yo me vaya, aunque no se quede solo, para estar horas tras la puerta esperando a que vuelva. Es verdad que se preocupa mucho por él, siempre está pendiente de que tenga un pienso premium para perros y cosas así, pero no es tanto de jugar con él.
Y con mi niño, es muy interesante la relación que tiene. El niño le busca para jugar juntos, pero muchas veces, el juego es más brusco de lo que el perro quiere, así que huye, y como no se hace entender con el niño me ladra a mí para pedir “auxilio” y hacerse entender. Cuando tiene ganas de jugar, es precioso verles juntos, quitándose objetos uno al otro y corriendo juntos a ver quién lo consigue antes.
Cuáles son las ventajas de que los niños se críen con mascotas
Duermen siempre juntos, están siempre pendientes de que al otro no le pase nada, y siempre que el niño come, el perro está sentado en sus pies porque sabe que le va a dar un poco. Y oye, lo tengo más que comprobado: si sobra algo de la comida y se lo ofrezco no siempre lo quiere (me refiero a comida que nadie ha tocado, como un trozo de tortilla que nadie se quiso comer), pero si le doy las sobras del niño (con ketchup y babas) siempre, SIEMPRE, se las come. Eso para mí es AMOR ABSOLUTO.
Es curioso cómo, sin que nadie les explique nada, ellos solos han sabido forjar su relación a gusto de ambos. Y cuando surgen encontronazos y no se entienden, buscan la manera de hacérselo saber al otro, o a mi para que los ayude a entenderse. A mi hijo evidentemente le hemos explicado que hay cosas que le hacen daño al perrito, qué es lo que intenta decirle cuando le ladra, cómo intentar que le entienda y demás. Y poco a poco ellos han encontrado su forma de juego, su entretenimiento y su disfrute. Y a mí se me cae la baba.
Es por esto que tengo claro que mi mascota es el mejor regalo que tiene mi hijo, y que los ratos que pasan juntos quedarán siempre en su corazón, aunque crezca y no llegue a recordarle tanto. Me esmero en hacerles fotos juntos y vídeos, para que el día de mañana mi hijo pueda recordarle y revivir con cariño estos momentos que yo jamás olvidaré.
Siempre lo he dicho, mi perro es uno más de la familia, y como tal, así le ve mi hijo. Le cuida, le protege y le atiende como a un miembro más de la casa. Está creciendo con el ejemplo claro del amor por los animales, y es maravilloso para ambos poder crecer juntos, compartir experiencias, amanecer juntos cada día y aprender a entenderse a su manera.
Y yo, no puedo estar más orgullosa de la forma en que lo he hecho, de cómo los estoy criando a ambos. Porque sí, a mi perro también le he criado yo, desde que llegó a mi vida con 2 meses y medio de vida, y considero que no lo hice nada mal. Él es como mi primogénito, el que me enseñó las noches en vela y las preocupaciones “de madre”. Cada tarde cuando los veo juntos y felices me recreo en ellos, en su alegría y pienso en lo mucho que mi niña del pasado envidia a mi Terremoto por tener a alguien con quien compartir sus locuras.
Tengo claro que mi perro será el primero y único de esta casa, pero así todo, jamás borraré de mi mente las imágenes y los buenos momentos que me dan juntos cada día. Si tenéis la oportunidad, creo que el que suméis una mascota a vuestra familia es uno de los mejores consejos de crianza que os puedo dar.
¿Y tú? ¿Has crecido con mascota? ¿Tienes alguna en casa?